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¿Cómo detectar (y eliminar) una muletilla?

Parecen inofensivas, pero no lo son. Son molestas, feas y además, despistan. Son las «muletillas», palabras o expresiones capaces de instalarse en tu vocabulario sin que te percates de su presencia y que repites sin ni siquiera darte cuenta.

«Pues», «efectivamente», «¿verdad?», «no» y «concretamente» figuran entre las coletillas más comunes, pero su diversidad y originalidad no tienen fin.

Camaleónicas por naturaleza, se transforman totalmente en el momento en el que las detectas y eso implica que jamás debes bajar la guardia.

Puedes pensar que no hacen daño a nadie, pero siento decirte que te equivocas. Si quieres comunicar un proyecto, convencer a los demás de que tu empresa o servicio merece la pena o deseas captar la atención sobre la idea que tratas de transmitir… las muletillas no solo sobran, sino que son un gran obstáculo.

¿Quién no ha tenido un profesor al que toda la clase le apuntaba las veces que repetía su palabra fetiche? El cuaderno terminaba lleno de aspas, pero eras incapaz de recordar el contenido de la lección.

Una vez que el oyente se da cuenta de que existen, las coletillas tienen el poder mágico de desviar 180 grados la atención sobre el discurso. No escuchas nada. Solo oyes la palabra en cuestión.

Las muletillas no aportan nada y además, confunden. Son paja. Relleno. Patatas congeladas de bolsa en el plato para disimular que te han puesto poca carne. 

Por ello, si quieres que los demás te escuchen y presten verdadera atención a lo que dices, debes volcar toda tu energía en desterrar aquellas palabras innecesarias que repites una y otra vez.

Pero, ¿cómo detectar las muletillas?

Son varias las pautas que pueden serte de utilidad:

En primer lugar, échate una «madre»

O hermana, marido, mujer, amiga o lo que sea. En definitiva, esa persona de confianza que sí, te quiere, no hay duda, pero que es capaz de decirte lo que nadie más te dice. Estos compañeros de vida tienen un radar natural para localizar fallos en nuestra manera de expresarnos y, si les pedimos que nos avisen cuando una muletilla se apodera de nuestra verborrea, lo harán diligentemente. ¡Y encantados de sacarnos faltas! Eso sí, pide ayuda a alguien en quien confíes y que sepas que su crítica siempre será constructiva.

En esto, como en otras muchas cosas, los niños son fantásticos. Si tienes hijos pequeños y les oyes que cuando juegan a hablar por teléfono dicen veinte veces seguidas «vale», no tengas dudas: ¡eres tú quien se lo has enseñado!

Grábate

La mayoría nos resistimos a grabarnos, pero es una fórmula más que eficaz para ser conscientes de cómo hablamos, de cómo estiramos las palabras, vocalizamos, entonamos, dudamos… Y las muletillas aparecen por arte de magia.

Objetivo: identificarlas

Localizarlas es el primer gran paso, porque una vez que sabemos que están ahí, es el momento de entrar en acción. 

Detéctalas cuando las dices

Una vez que ya sabes cuál la la palabreja en cuestión que ensucia tu manera de expresarte, cada vez que de tu boca salga, acuérdate de ella, de su padre, de su madre y de toda la familia… Tómate esto a broma, pero vaya, un poco de rabia cuando ves que has caído otra vez en la trampa, no viene nada mal para reaccionar.

Elimínala

Analiza cuándo la dices y descubrirás que, en un porcentaje muy cercano al 100, es absolutamente innecesaria: no te aporta nada. Tu mensaje no solo no se enriquece con ella, sino que eliminándola, este aún cobra más fuerza. Por ello, esfuérzate y sustitúyela por nada

Sustitúyela: busca sinónimos

Si ves que el concepto que transmite te es útil en tu discurso, párate a pensar y busca términos y expresiones que puedan sustituir a la muletilla… y empléalos.

Ensaya

Preparar una intervención te ayudará a ganar agilidad. Es una práctica que te pondrá en situación. Ante ti, el reto de hablar bien, sin muletillas. 

Exprime tu vocabulario

Lee. Habla con gente que sabe. Quítale el polvo a términos que conoces, pero que no utilizas. Trata siempre de aprender y utilizar el máximo vocabulario posible. No te quedes en la superficie. Conoces muchas más palabras de las que empleas. Sácalas del baúl y muéstralas. No es cuestión de ser pedante, sino de buscar la claridad, la precisión, la magia de tu idioma, tan rico, sutil y maravilloso. 

Presta atención a cómo se expresan los demás

Siempre es enriquecedor fijarse en cómo otros comunican. Siempre aportan ideas. Incluso, aunque sea una técnica arriesgada, puedes coger prestadas, con mucha, mucha mesura, muletillas que otras personas utilizan. Resulta divertido, siempre que no te atrapen. 

Declara la guerra a las muletillas y ¡a por ellas!

Espero, de verdad, que estas pautas te sean de utilidad al menos a tener más conciencia sobre el peligro de las muletillas.

 

¿Un último consejo? Jamás pierdas de vista al enemigo: es muy listo y cambia de apariencia con suma facilidad. Cuando venzas a una muletilla, sigue en guardia. De sus cenizas, puede nacer otra. 

Cómo vencer a una muletilla