La batalla que no elegimos
Hay historias que emocionan. Conmueven por lo que dejan ver, por lo que hay detrás de ellas. Ésta historia es doblemente especial: emociona por lo que cuenta y por el simple hecho de haber sido contada y compartida. Por haber hecho añicos el muro de la intimidad, del pudor y del reparo y haber logrado mover los sentimientos de los demás.
Jennifer tenía 35 años cuando descubrió que tenía cáncer de mama. Apenas llevaba 5 meses casada con Angelo Merendino, un joven americano apasionado de la fotografía. Él supo en cuanto la vio que era la mujer de su vida. A ella le costó más tiempo darse cuenta de que él era el hombre de la suya. Angelo vendió todas sus pertenencias salvo un par de cámaras y se trasladó a vivir a Nueva York con ella. La misma noche de su llegada, rodilla en tierra, le pidió que se casara con él. Ella le dijo que se callara. Y le cogió el anillo. 5 meses después de casarse el cáncer hizo tambalear su vida.
«Nuestra vida se hizo más complicada y nuestro objetivo más simple: sobrevivir»
Todo al revés. Todo como no debía ser. Entre médicos, tratamientos y efectos secundarios se les iban los días y sentían que su familia no llegaba a comprender qué era lo que estaban viviendo. Les necesitaban cerca y Angelo se refugió en su cámara: «La única forma de comunicación que conozco». Comenzó a fotografiar su día a día con el objetivo de que su familia y amigos llegaran a comprender los retos a los que se enfrentaban. En aquel momento, no había intención de hacer un libro o una exposición: «Aquellas fotografías nacieron de la necesidad».
5 años después y tras haber cumplido 40 años, Jennifer murió. Marchó. Y se quedó también, porque su valentía y arrojo ha hecho posible que muchas personas sintamos más cerca el valor de quien se enfrenta al cáncer. Porque su historia ha ayudado a quienes padecen esta enfermedad a sentirse acompañados de su energía. Su web mywifesfightwithbreastcancer.com irradia fuerza. Superación. Pelea. Amor.
Jennifer y Angelo le llamaban al cáncer «la batalla que no elegimos». Pero ellos sí eligieron comunicar, compartir, hacernos partícipes a todos de lo que estaban viviendo. Historias como éstas son las que nos recuerdan la verdadera comunicación: aquella que une a personas.
Me gusta esta foto. Me gustan otras muchas, pero me quedo con ésta para finalizar. Porque hay sonrisa. Ilusión. Esperanza. Brillo en el alma.